Lejos de ser una diversión sensual que se encierra en las esquinas oscuras de las discotecas, la danza en Egitpo es una verdadera herencia que se remonta a los tiempos del Egipto Antiguo.

Escenas viejas de más de 5000 años representan a mujeres que expresan sus oraciones bailando, un pañuelo en las caderas, en el rítmo de la pandereta

También es gracias al baile que se celebran, en esa época las bodas y la estación próspera de la crecida del Nilo. A lo largo de los años, la danza quedó un medio importante para expresar la alegría

« Es Bamba Kachar, famosa bailarina, que bailó en el cortejo de Saad Zaglhoul que celebraba su vuelta del exilio », como lo nos explica Sadeq Sabbour en su libro « Historia de la danza oriental en Egipto ».

La famosa bailarina, que sólo se presentaba en las bodas había pagado todo para que las calles de la capital estuvieran cobiertas de cintas rojas y flores : preparativos dignos del evento.
Según los historianos, la primera escuela de danza en Egipto data de 1852 ; se situaba a Chabrakit y dispensaba clases a las jovencitas de 10 años. Chafiqa-Al-Qébtiya (la copta) cuenta entre las primeras diplomadas de esta escuela. Esa famosa bailarina, quien marcó el Egipto de los principios del siglo XX, la llamaban « la monja de la danza » ya que llevaba el traje de las religiosas al salir de su casa, y después se cambiaba en el bar donde solía bailar, en el centro de la ciudad.

Originaria de una familia conservadora, tenía que recurrir a esa estrategía para practicar el arte que amaba tanto. Chafiqa queda la única que bailó, llevando zapatos de oro y diamantes cuyo precio se elevaba a 5000 L.E

A los principios del siglo, Naïma Akef, la señorita conocida por su magnífica sonrisa, acaba de dar una nueva imagén de la bailarina : la de la pícara. Su fotografía, llevanda su traje de baile , constituía la cartel del primer festival de cine árabe en los años cincuenta.

Fue imitada por Tahiya Carioca, bailarina salida de la escuela de la danza suave : « Era capaz de magnificas hazañas, probando grán flexibilidad y sencillez », cuenta Zizi Moustapha, quien la tomó como ejemplo.

Samia Gamal, la diva de la danza oriental, marcó, una cifre recor. Bailó hasta la edad de 70 años, guardando salud y tono.

Por fin podía evolucionar como bailarina clásica, sus ademanes de las manos y de las piernas se cumplían en perfecta armonía, nunca separándose de ese largo pañuelo que la caracterizaba muy bien.